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El Picasso más “primitivo”, frente al arte indígena

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El arte africano fue considerado, durante mucho tiempo, como un “intento torpe de los llamados pueblos salvajes”, y fue considerado “bello”, por primera vez, a principios del siglo pasado, gracias a pintores como el español Pablo Picasso.

El coleccionista francés, Charles Ratton, escribió la frase en 1936 con motivo de una exposición de esculturas africanas, y puede leerse en las paredes de la muestra Picasso primitivo, que abrirá sus puertas desde mañana y hasta el 23 de julio en el Museo Quai Branly-Jacques Chirac de París.

La galería muestra la estrecha relación entre el trabajo del artista y las esculturas procedentes de África, Oceanía, América o Asia, gracias a la confrontación de más de 300 obras, 107 de ellas creadas por Picasso.

También se ha querido afirmar la importancia del arte no occidental asociándolo al nombre del artista español.

La primera parte de la muestra descubre el gran interés de Picasso por estas obras, que coleccionó desde que se instaló, por primera vez, en París hasta su muerte, en 1973.

Una multitud de fotografías de archivo muestran al artista junto a su colección personal de esculturas africanas, rodeado del habitual caos en el que trabajaba.

Picasso adquirió su primera obra “primitiva” en 1907 y visitó el Museo Etnológico de Trocadero ese mismo año, una experiencia que lo marcó fuertemente.

Aquel día el artista se forzó a observar los objetos realizados con una finalidad sagrada y fue cuando descubrió su camino en el arte, explicó, años después, su amante, Françoise Gillot, en el libro Vivir con Picasso.

La segunda parte de la exposición coloca al mismo nivel las obras del artista, cedidas en su mayor parte por el Museo Picasso de París, con las esculturas denominadas “negras”, “primitivas” o más recientemente “no occidentales”.

El primer texto que las consideró obras de arte apareció en 1915, recordó a la prensa, en la presentación de la muestra, el director del departamento de patrimonio del Quai Branly y comisario de la exposición, Yves Le Fur.

Además, la “cuestión colonial” no empezó a tratarse hasta 1931, añadió Le Fur, en referencia a la oposición del grupo surrealista a una exposición celebrada ese mismo año, que pretendía ensalzar la actuación francesa en África.

El comisario explicó que primero obtuvo las obras de Picasso y luego buscó en los fondos del Quai Branly aquellas esculturas que correspondiesen y que estuviesen vinculadas, estéticamente, al trabajo del español.

En ocasiones las similitudes son tan fuertes que hace falta un ojo experto para diferenciar una escultura de Picasso de otra africana.

El artista encontró en el arte no occidental una libertad formal opuesta a las convenciones de la pintura y de la escultura de la época, explicó Le Fur.

La exposición también dedica un espacio a la fascinación de Picasso por el sexo, para quien el sexo masculino triunfante se convierte en una entidad independiente, pero también cómica o ridícula.

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