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Rosalba Flores se deja cobijar por los araguaneyes

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El patio de su casa es un pequeño pero hermoso bosque

Encontrar calificativos para describir a la señora Rosalba Flores es quedarse corto ante la buena vibra, inteligencia, respeto, simpatía y dulzura que irradia esta extraordinaria mujer nacida en Táchira, proveniente de una numerosa pero trabajadora familia. Llegó a Los Teques hace 41 años, el mismo tiempo que tiene de matrimonio con Julio César Flores. Es la octava de 19 hermanos, madre de cuatro jóvenes y abuela de tres bellos chipilines.

Ejerce como costurera desde hace 48 años, lo que más que brindarle sustento a su familia, le ha dejado grandes satisfacciones a nivel personal porque todo lo que ha aprendido lo transmite a otras personas a las que les sirve como fuente de trabajo.

En Los Teques tuvo su propia empresa en la calle Ribas, la cual llevaba por nombre Exclusividades La Rosa. Tuvo que cerrar a causa de un accidente que sufrió su esposo, lo que la llevó al colapso económico. A la par de esa compañía, tenía un local en la planta baja de El Yati, allí funcionaba un taller donde enseñaba a las mujeres de la zona a manejar máquinas de coser industriales, muchas de estas damas son exitosas a raíz de ese aprendizaje. Está convencida de que el que no vive para servir, no sirve para vivir, por ello le llena de orgullo la enseñanza que ha ido sembrando y cosechando a través de la superación de sus alumnas.

Su otra faceta

Cuando Rosalba llegó a La Macarena, donde reside, el terreno detrás de la casa era un botadero de escombros, hasta que decidió poner manos a la obra y recuperar ese espacio limpiando aquel desastre. Su abuelo era un excelente agricultor y de allí obtuvo esos dones de trabajar la tierra y el amor por la naturaleza.

Inició sembrando grama para evitar que creciera gamelote, en esa onda de actividades conoció al señor Pitta, quien al cabo de un tiempo le obsequió tres arbolitos de araguaney, así que los sembró en su recién remozado terreno y dejó transcurrir los días.

“El más grande botaba las hojas y volvía a cargar, repitió ese proceso varias veces, pero jamás con las flores amarillas que estaba esperando, hasta que un día al verlo literalmente pelado lo regañé, cosa que causó efecto porque en una semana ese mismo árbol me obsequió tres ramilletes hermosos de flores, del alma me salió abrazarlo en agradecimiento por tan bello regalo”.

Asegura que como todos los demás árboles, el araguaney tiene su propio proceso. La primera floración es tenue, a posterior florea medio árbol, y al tiempo brinda un espectáculo impresionante de belleza natural, que además irradia una energía incomparable. “Meterse debajo de un araguaney florecido es mágico, no en vano es nuestro árbol nacional”.

Un alma noble y transparente

La premisa de esta maravillosa señora consiste en transmitir buenas energías a todo lo que se hace para que puede darse satisfactoriamente, y más si se trata de la tierra porque “lo que con amor siembras, la tierra te lo agradece y retribuye enormemente”.

“Si entendiéramos lo maravilloso que es vivir en armonía con el ambiente, todos sin excepción tendríamos un pedacito de terreno cultivado. Cada ser humano debe tener un pequeño vivero en su casa porque a través de eso se hacen multiplicadores de vida en el planeta”.

La felicidad, prosperidad y armonía son las cosas que verdaderamente dejan huellas y llenan a cada individuo, no el dinero ni las cosas materiales. “Jamás he visto un entierro con una mudanza detrás, lo que de verdad nos llevamos de este mundo son las cosas que nos satisfacen enteramente”.

Dejando huellas

Son muchos los hijos del araguaney de Rosalba. En los Altos Mirandinos hay en el parque Los Coquitos, Iremujeres, en el Anita espinal, Filomena de Coronel, Leoncio Martínez, polideportivo Arnaldo Arocha, en la recta de las Minas y el distribuidor Club de Campo.

Por su casa ha pasado gente de todos los rincones de Venezuela buscando semillas de araguaney, incluso decidió que había que domesticarlos y traerlos a cada rincón de la ciudad, de tal manera que todos tengamos uno cerca.

Para donar las semillas ella exige que exista el compromiso real de hacer lo que ella hace, donar semillas de sus árboles a familiares y amigos para que todos puedan sembrar y multiplicar esta labor. Para Rosalba el mejor regalo que se le puede dar a alguien es la posibilidad de sembrar un árbol y si es a un niño, mucho mejor porque le brindas la oportunidad de crecer junto a él./Maribel Sánchez/Foto Jesús Chacón/ac

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