Periodismo de Soluciones

Los pacientes de Rebolledo son la luz de sus ojos

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Karines Sabino

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Profesionalismo, entrega y filantropía han sido los principales componentes de la carrera del reconocido y apreciado oftalmólogo Víctor Rebolledo, quien no solo encierra una interesante historia en esa especialidad donde lleva 25 años de trayectoria, sino también en otras residencias asistenciales. No en vano se ha convertido en un ícono de los Altos Mirandinos, el consentido de Los Teques que se caracteriza por su célebre frase “con todo cariño”.

 

Nacido, criado y educado en Caracas, pasó buena parte de su infancia en la parroquia Coche y otra pequeña etapa en Aragua. “Cursé la primaria en Maracay, cuando tenía doce años retorné a mi terruño y estudié bachillerato en el liceo Pedro Emilio Coll, de donde egresé en 1973 para casi de inmediato comenzar estudios de medicina en la escuela Luis Razetti, soy el primer médico de mi familia y el quinto de diez hermanos, los demás se dedicaron a otras profesiones, aunque mi padre quiso que yo fuera militar, lo mío era convertirme en doctor”.

 

Recordó que para ese momento se formó la escuela básica de la ciencia y la salud, y que los que allí se iniciaban pasarían más adelante a estudiar de años a semestres, “ingresamos 1.200 y solo quedamos seleccionados para el ciclo profesional 120 estudiantes, a medida que iba aprendiendo, yo me enganchaba más a la carrera”. Tras entrar a la Luis Razetti, le correspondió hacer su rural en lo que se denominaba Territorio Federal Delta Amacuro.

 

“Fue un año de muchos aprendizajes y lecciones de vida inolvidables, me tocó una medicatura donde debían haber dos médicos pero estuve solito, todo lo que entraba allí, lo tenía que atender, fuera lo que fuera. Recuerdo que asistí cualquier cantidad de partos e infinidad de muchachos colmados de lombrices; el comisionado de salud al ver las estadísticas ingresó a una colega para que juntos sacáramos adelante el trabajo, vimos muchas necesidades a nivel económico y social”.

 

Al terminar su labor allá, regresó a Caracas donde concursó para ingresar como residente en el área de ginecobstetricia del hospital general de los Valles del Tuy en 1983, donde permaneció por tres años. Fue inevitable no preguntarle el motivo que le guió a especializarse en otra área si le había ido de maravilla con los partos, a lo que respondió: “esa tarea era hermosa pero conllevaba un ritmo muy agitado, yo necesitaba algo más pasivo pero igual de importante”.

 

Hubo un episodio que le dio un giro a su vida, conoció en Los Teques a su esposa, desde hace 38 años, Amanda Sierra, quien lo hizo padre de un varón y tres damas. Como a su juicio, aún se encontraba en etapa de formación, concursó para ser residente asistencial en el sanatorio Padre Cabrera; por dos años se dedicó a tratar enfermedades pulmonares, experiencia que calificó de muy difícil.

 

“Los pacientes que allí ingresaban se encontraban en fase terminal, era un sanatorio espectacular. El personal que ahí laboraba era único, el trabajo médico social fue maravilloso, ayudamos a los pacientes a morir dignamente, ofreciéndoles durante sus últimos suspiros toda la ayuda y afecto que nos fue humanamente posible. Era bastante crudo para nosotros verlos morir, eso nos enseñaba a valorar aún mucho pero mucho más la vida”.

 

Admirable de pies a cabeza

Entre una y otra experiencia, Rebolledo sintió especial empatía por la medicina alternativa, conocida como homeopática y se dedicó a estudiarla de lleno. Sin embargo, más adelante se decidió por la convencional y concursó para hacer postgrado de Oftalmología en el Hospital Vargas.

 

“Me entusiasmó por ser una especialidad muy amplia que abarcaba tres áreas: quirúrgica, clínica y técnica. El ojo tiene una importancia indescriptible, así que estudiar sobre él, lo asumí como un reto; me capacité por tres años y egresé en 1990”.

 

Para la fecha hizo su residencia en Santa Teresa del Tuy, en el Instituto Médico Independencia. “El director de ese grupo, Dr. Ismael Tovar, a quien admiré profundamente me brindó la oportunidad de apoyarlo en un proyecto de ayuda social para su pueblo natal Santa Lucía del Tuy.

 

Emprendí junto a él esa valiosa aventura y creamos la Fundación Ojos de Santa Lucía, que aún se mantiene vigente y que con gran honor presidí hasta 1997 cuando tuve que pasar por una muy difícil situación personal, me mantuve en la fundación hasta 2013, fueron 23 años continuos”.

 

“Mi único hijo varón, padecía desde 1994 de un tumor cerebral, que lo mantuvo en una ardua batalla por tres años, hasta que finalmente partió al lado de Dios cuando tenía 17 años de edad, dejando en nosotros un inmenso vacío. Mi duelo fue largo, depresivo y silencioso, no obstante el recordado Padre Torres me ayudó a salir adelante por mis hijas y mi esposa”.

 

Acción con corazón

A la par de instaurar la fundación, hacía lo pertinente para abrir su consultorio de la calle Ribas en Los Teques; ese que hoy día suma 21 años activo muy cerca del Puente Castro.

 

Con la apacible simpatía y dulzura que hacen parte de su personalidad aseguró que su mayor satisfacción profesional radica en haber visto a una gran cantidad de pacientes y aportarles soluciones satisfactorias.

 

“Uno de los casos que más me ha marcado ha sido el de un hombre de 100 años de edad al que nadie se atrevía a operar, tenía cataratas, estaba completamente cieguito y gracias a Dios tras haberlo intervenido, recuperó la visión; su alegría, la de sus hijos y por consecuencia la mía fue indescriptible. Así como ese he tenido muchos casos más, no hay nada como brindar bienestar”.

 

Entre los proyectos de este noble profesional se encuentra conformar una institución integral oftalmológica en los Altos Mirandinos que aliviane los pesados y costosos trámites de esos estudios y tratamientos en Caracas.

 

“La gente necesita que eso esté al alcance de su mano, sin que le cueste tanto; yo sueño con que se formen equipos médicos donde nos integremos todos por un mismo fin. No lo quiero a nivel lucrativo, sino como una manera de ayudar a los demás”./lb

 

*Suma 25 años comprometido con el bienestar social

 

MARIBEL SÁNCHEZ

(William Sánchez)

 

 

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