Es un día para nutrirnos de la familia y hacer volar nuestros deseos

GLORIMAR FERNÁNDEZ

Creyentes y no creyentes coinciden en que diciembre es una fecha que viene con una energía capaz de unir familias y hacernos pedir perdón.

La espera del Nacimiento del Niño Dios, la pausa laboral y el toque de emoción que pone cada uno al preparar ricas comidas y decorar la casa de manera diferente son situaciones capaces de lograr milagros.

En estos días solemos recordar a nuestros muertos, a los que están lejos, vemos a los ojos a quien siempre hemos tenido al lado, hacemos un viaje mental sobre los meses transcurridos llenos de aciertos y equivocaciones; pero aquí estamos, disfrutando de un diciembre más.

La celebración del Espíritu de la Navidad se ha vuelto más nuestra que nunca, hoy en día está tan arraigada a los venezolanos que después de Noche Buena y Fin de Año, es la fiesta que no dejamos pasar.

¿Por qué se celebra el 21 de diciembre?

Esta tradición viene de los países nórdicos, se dice que desde el siglo 18 usaban este día para festejar el solsticio, la familia y la fertilidad. Celebraban a los que partieron a otro plano y acostumbraban a dar posada a forasteros.

La mayoría de quienes hoy en día festejan desconocen sus orígenes pero como si hicieran uso de una especie de “memoria colectiva” lo hacen de la misma forma que los fundadores de esta tradición.

Con el transcurrir de los años la festividad se ha adaptado a cada región, pero el sentido sigue siendo el mismo: se venera la prosperidad.

Cada 21 de diciembre ocurre el solsticio de invierno que es el día más corto del año y la noche más extensa porque la Tierra y el Sol están más cerca entre sí.

Abrirle las puertas a la prosperidad

La globalización ha llenado esta fiesta de tradiciones. En Venezuela, uno de los protagonistas es el color naranja: se decoran mesones con frutas de este tono y amarillas también, se prenden inciensos mayormente de mandarina y el creyente acostumbra a bañarse con esencias y sales del mismo aroma.

Esto porque el color naranja representa energía, alegría, felicidad, atracción, creatividad. “Renueva la ilusión en la vida y es el perfecto antidepresivo. Es la fuerza intelectual en su pleno apogeo y en plena búsqueda del conocimiento. Aporta bienestar y buen humor”, segu.

La preparación de lentejas también es una costumbre, se dice que comer una pequeña taza representa prosperidad y abundancia.

Rodear la mesa, tener conversaciones agradables, hacer un brindis mientras se mantienen puertas y ventanas abiertas para que entre toda la energía universal entre a sus casas es lo ideal.

Deseos al viento

La celebración del Espíritu de la Navidad culmina con una ceremonia especial, se trata de la quema de las cartas de los deseos.

Durante el compartir, los que celebran acostumbran a retirarse unos minutos al silencio para redactar una lista de deseos para el venidero año. Es como hacerle la carta al Niño Jesús pero de la forma más consciente.

Lo que se va a escribir allí es libre, lo que va a contar es la intención de lo que quieras dejar atrás y materializar en 2019. Habla de lo que no te gusta de ti mismo, lo que quisieras cambiar desde el fondo de tu ser, tus nuevas metas, qué quisieras cambiar, pide por el país y pot tu familia.

Luego de que hayas usado el papel para meditar y soltar todos tus anhelos llegó la hora de apilarlos y prenderles fuego. Algunas personas hacen fogatas en los patios de sus viviendas, otros introducen las cartas en envases de aluminio. También los encienden junto a hojas de eucalipto.

Ese es otro momento de reflexión, allí es cuando elevas la intención a medida de que las llamas vayan consumiendo el papel. Se dice que las cenizas son arrastradas por la brisa que luego de recorrer las casas de todo aquel que cree en el Espíritu de la Navidad, regresa al Universo desde donde junto a seres estelares, nos echa la mano para lograr todo cuanto nos proponemos. /gf