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El plasma vence al Covid-19

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Periodistas de Avance

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Rómulo Herrera

-Estaba resignado a morir.

Mis dolores eran insoportables y ya no podía moverme ni siquiera levantar una mano.

La confesión corresponde a Andrés Meza (41), el médico que se contagió de Covid-19 cuando cuidaba a otros infectados en el hospital Claudio Vicuña, de San Antonio, Santiago de Chile, en la Unidad de Urgencia Respiratoria.

-El 17 de abril me tocó atender a una colega del hospital, porque han caído con coronavirus muchos doctores y enfermeras del hospital de San Antonio. Le tomé el examen de PCR y le hice la licencia que se da por tres días, hasta obtener el resultado”, relata.

Ella resultó positiva y luego él también. Algo funcionó mal y al tercer día los sufrimientos eran increíbles.

Preparado para morir

Conocedor de lo implacable del virus, el profesional había preparado todo para lo peor: se despidió telefónicamente de su esposa e incluso le dio la clave de una cuenta secreta que había abierto solo para casos de extrema urgencia. Pero, la noche del décimo día de aquella dura batalla, resistiendo los ataques dolorosísimos de Covid-19, le pasaron la llamada del colega Raimundo Gazitúa, hematólogo de la Fundación Arturo López Pérez (FALP).

-Andrés tenemos esta alternativa para ti: Ya hemos desarrollado el plasma y estamos listos para ensayarlo, tú serías el primero. ¿Estás dispuesto?

-¡Vamos! Yo no tengo más cartas para jugar, colega.

Y apostó la poca vida que le quedaba, al fin y al cabo, como todos sabemos no hay tratamiento contra este súpervirus; en el mundo entero se “lanzan flechas” y tratan de prolongar la agonía de los contagiados, mientras esperan que se descubra una medicina o el organismo reaccione defendiéndose bien.

Meza lo sabía y además sentía que la muerte le robaba sus fuerzas y que su vida se le escapaba rápidamente.

Ese mismo día, el doctor Gazitúa gestiona para que se logre superar las barras de seguridad y esa noche del 26 de abril comienzan a pasarle el plasma.

Nace una gran esperanza

La situación era de extrema urgencia porque el doctor Meza ya tenía cinco días que dormía solo unas dos horas; respiraba con el auxilio de un respirador Cpap (fonéticamente Cipap) mucho menos invasivo que el intubamiento.

Este “conejillo de indias” con bata blanca, que estuvo al borde de la muerte por ayudar a sus pacientes, fue entrevistado por Idania Chirinos del programa La Tarde de NTN24.

-Se me aplicó una sola dosis de plasma, cuando ya yo no tenía ninguna otra opción y en 12 horas dupliqué mis linfocitos, empezaron a bajar los parámetros inflamatorios y hubo una franca mejoría.

Hay que cuidarse ¡Esto es una pesadilla!

Lo que él vivió no se lo desea a nadie. Por eso recomienda cuidarse, mantener la distancia física, no escatimar tiempo al lavarse las manos, no hacer concesiones al súper virus, porque un sacrificio, por grande que sea, es preferible a la pesadilla de un hospital con un personal limitado de médicos, enfermeros, aseadores, también temerosos de ser contagiados.

Pensé que no vería más a mi hijo

Muchas veces pensó que iba a morir, porque como médico está consciente que Covid-19 es altamente contagioso y además letal, porque aún no existe un medicamento que lo cure.

Las imágenes de su hijo de un año y cinco meses, su esposa, su familia, desfilaban por su mente continuamente, relajándolo un poco, a veces y angustiándolo, casi siempre, “mientras Covid-19 me estaba ganando por paliza”, afirma.

-Ahora podemos cambiar los pronósticos por medio del plasma. Conmigo fue casi mágico. Los médicos no creemos en la magia ni en cuestiones sobrenaturales, pero en mí se cambió todo el pronóstico, afirma en su disposición de sembrar esperanzas para quienes transitan este calvario de enfermarse del coronavirus.

Trajes espaciales

Con toda la autoridad que le da el ser un sobreviviente de la enfermedad, Meza advierte que hay que cuidarse del Covid-19, porque por solo no ponerte un tapabocas, no desinfectar la suela de tus zapatos o simplemente irrespetar la distancia física, entonces tu vida cambiará radicalmente.

Los miles de trabajadores de la salud que han adquirido el virus en el mundo, aterran y espantan a los que quedan, por eso los enfermos son atendidos por unos pocos hombres y mujeres que tratan de atenderte desde lo más lejos posible.

-Vienen protegidos por sus incómodos “trajes espaciales”, y sin esfuerzo puedes observar a través de la mirilla del “casco espacial”, que hay aprehensión.

Todos tratan de hacer su trabajo eficazmente, pero rápido. Se puede intuir que el médico y la enfermera dividen sus preocupaciones entre los contagiados y ellos mismos que no quieren contagiarse.

-Saben, y tú también, que se puede morir sin nunca más ver a tus seres queridos: ni a tu hijo, ni a tu señora, ni a tu madre. Simplemente se entra en ese proceso frío, distante, impersonal que conduce directo a la muerte.

Explica que “mucha gente se la jugó por mí y se los agradezco, especialmente a la Fundación Arturo López Pérez, al doctor Gazitúa y a los donantes de plasma”.

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