Leonardo Vivas promueve el arte desde todas sus facetas
El fin justifica los medios. Detrás de cualquier proyecto, deben existir verdaderas ganas de hacerlo real. Esto fue lo que quedó en evidencia después de conocer el amplio trabajo que ha venido realizando Leonardo Vivas Marchena, uno de los dos hijos del ilustre y reconocido Arnaldo Vivas Toledo junto a Maritza Marchena de Vivas.
Leo nació en Caracas, parte de su crianza fue lejos de Los Teques, pero logró radicarse aquí cuando tenía 15 años. Desde entonces vive en la que fuera la casa de su abuela paterna, en la calle Roscio.
Aunque muchos han llegado a considerarlo de espíritu rebelde, la verdad es que su personalidad alberga tres grandes facetas que han influido durante toda su vida: músico, cultor y periodista.
“La música es mi pasión. Me abrió las puertas de la cultura en general. El primer regalo de cumpleaños que recuerdo es el que me hizo mi padre cuando tenía seis años, estábamos celebrándolo en un río y me entregó una mandolina, me acuerdo de ello como si hubiera sido ayer”.
En Los Teques estudió guitarra clásica de la mano del profesor Pedro Andrés Pérez, pero ya traía los conocimientos adquiridos en Táchira y Valencia, aunado a la vena musical que traía de su padre, un gran poeta y compositor. “En los actos de la escuela tuve siempre presentaciones, pero la primera vez que toqué en público interpreté la canción de mi papá ‘Cómo llora una estrella”.
Rompiendo esquemas
Fue cuatrista y mandolinista de la estudiantina del Ateneo de Los Teques. Complementó ese universo de cuerdas instruyéndose en el bajo cuando tenía 12 años. “Eso lo aprendí solito, a escondidas de mi papá en la casa de un amigo. Mi padre era partícipe de que aprendiera instrumentos folclóricos propios de nuestra música, pero yo necesitaba ir más allá”.
Explorar cada uno de los instrumentos en los que incursionó le dio la oportunidad de descubrir un interesante estilo, su manera de tocar el bajo es muy particular porque se trata de una mezcla con el cuatro que se traduce en un ritmo muy llamativo gracias al rasgapunteo que allí imprime.
“Utilicé todas las técnicas del cuatro, mandolina y guitarra clásica para adaptarlas al bajo; el resultado proyectó un perfecto equilibrio entre ritmo, melodía y armonía; eso afortunadamente me catapultó porque me dio cierto estatus musical”.
Fusión de dos mundos
En algún momento de su carrera musical, fundó el grupo Cachapas con Ketchup, que no era más que una banda en la que a su juicio se graduó. “Allí nuestro norte era hacer música folclórica venezolana con elementos de blues, dark, clásica. Llegamos a tocar música venezolana con instrumentos de rock”.
Más adelante, junto a un grupo de amigos, creó la agrupación teatral Manoa con Ketchup, entre ellos Ramón Linares, quien era maestro zanquero. “La convivencia con él fue genial, empezamos a promover el teatro de calle fusionado con mi estilo por espacio de siete años, en los que le llevamos a la gente teatro sobre zancos con música en vivo”.
Entre las experiencias más gratificantes que tuvo durante esa etapa, está el hecho de que con esa agrupación lograron rescatar de vicios a jóvenes que andaban “ociosos” en la calle y que encontraron en ellos una ventana para descubrir nuevos horizontes.
“Podría decir que allí rehabilitamos alrededor de 30 chamos, de alguna manera les sustituimos esa ‘nota’ que les daban las drogas por el efecto de bienestar verdadero que les proporcionaba el arte”.
Una faceta inesperada
Mientras estudiaba en la Universidad Santa María, comenzó a trabajar con Avance en 2005. Aquí se inició dándole realce a las distintas personalidades del quehacer cultural de nuestra ciudad, para más adelante cubrir la fuente de sucesos durante las guardias de fin de semana.
“Mi paso por ese diario fue muy productivo. Conocí a grandes e importantes personas con las que creé fuertes vínculos de amistad, entre ellos el señor Rómulo Herrera, Carlos D’Hoy, Yasmín Devesa, Ronald Peñaranda y Víctor Márquez”.
Nos contó que decidió desarrollar la Comunicación Social como carrera porque desde siempre se le ha dado muy bien la escritura. Explicó que el músico es un comunicador por excelencia, porque la música es la expresión de la sensibilidad del ser humano.
Tras su experiencia en los medios, y luego de trabajar como productor en la cinemateca Miranda, ingresó al Ministerio de Cultura, como coordinador de Relaciones Institucionales en la Fundación Kuaimare, lo que hoy se conoce como Librerías del Sur.
Epicentro cultural
Tiempo después, a sabiendas de la buena sazón que siempre le caracterizó gastronómicamente hablando, inició su propio negocio junto a su esposa Niemar Taguaripan.
“Hicimos dulces de lechosa en forma de flores artesanales para distribuirlos en distintos locales de Caracas, El Hatillo, El Junquito y Los Teques; fue una aventura satisfactoria y enriquecedora que le dio un pequeño giro a mi vida”.
Esto le sirvió de precedente para trasladar ese negocio familiar a su propia casa, donde vendía los mejores sandwichs de pernil de la ciudad. Con esa experiencia se le ocurrió hacer de ese espacio un rinconcito especial para tertulias culturales, así nació Clandestino.
Se trata de un pequeño espacio que sirve de “oasis” para todos aquellos que les gusta promover la verdadera cultura, sin necesidad de mezclar allí temas de índole político. “Viendo la orfandad que existe en el trato a la cultura, decidí hace ocho años hacer de mi hogar un lugar donde se come rico, se hace música, arte y también comunicación”.
Al lugar acuden artistas plásticos, teatreros, músicos y ciudadanos comunes que disfrutan de tertulias donde predominan los monólogos, conciertos, intercambio de información enriquecedora “en un ambiente donde todos convivimos en pro de lo que nos une a todos: la cultura, el sentir de un pueblo”.
“Representamos una alternativa, no una solución. Desde un punto de vista neutral, promovemos arte con ganas y corazón para la gente que de verdad está comprometida con este concepto”./Maribel Sánchez/ac/Foto: Daniel Linares/